jueves, 3 de septiembre de 2015

Cisne degollado.

El teléfono empezó a sonar desde temprano, no sentía ningún deseo de contestar, ninguna emoción, ni alegría sólo sentía que hoy se concretaba un arduo y disciplinado trabajo, quería romper el cable del teléfono irritada se paró frente a su ventana, miraba como iban llegando los ramos de flores con las estúpidas tarjetas de felicitación.
Mi gran noche...
Pensaba.
¡Tati! ¡Tati! ¿ya te levantaste? ¡contesta el teléfono!
Le hablaba su padre agitado y contento por el gran suceso que estaba por acontecer.
Tati con gran destreza y velocidad escribió una nota para entregársela a su padre antes de que se aleje.
¡Papá! ¡papá! ¡entra!
Hijita, ¿cómo se siente mi reina en su gran día?
La estrechó emocionado entre sus brazos.
¡Papá ya suéltame! es una obra más, además me has visto danzar no sé, en más de cuarenta, ¡por favor!
Le reprochó incómoda, su gélida mirada no mostraba emoción ni brillo.
¿Cómo dices? estás hablando de tu pasión por la danza, de tu futuro, de giras como la bailarina principal, ¿por qué hablas así? seguro es por esa mujer ella tiene que ver con tu comportamiento. ¿Por qué andas con esa mujer?
Se refería a Daniela la enamorada de Tati. Relación que su padre no comprendía ni aceptaba.
¡Ayy! ¡Papa! toma, toma, a quien llame leele esta nota de mi parte.
Cerró la puerta dejándolo con todo el estupor por su incomprensible comportamiento, pero sobre todo por lo que leía en la nota.
¡Tati! ¡no puedes hacer esto! ¡no puedes!
Tati sabía que su padre lo haría, la adoraba. El hombre llorando arrugó la nota, lloraba de impotencia, sentía que nunca tuvo carácter para ser firme con su hija, lloraba al recordar a la mamá de Tati quien los abandonó al sentirse relegada por el obsesivo amor que él sentía por su hija relegándola hasta hacerla sentir como la sirvienta de la casa.
A cada llamada telefónica, su padre con la voz entrecortada repetía lo que la nota decía, soportando la risa de algunos, el consuelo de otros, y las amenazas de otros cuantos que invirtieron en la presentación.
Con el correr de las horas los ramos de flores con las tarjetas de buenos augurios se apilaban y apretujaban en la puerta pues ya nadie los recibía.
Adentro, Tati lloraba desconsoladamente en los brazos de Daniela sin poder entender porqué dejaba su pasión por la danza. Su padre se quedó dormido encima del elegante terno que había comprado para la memorable ocasión ya truncada.
No muy lejos la mujer que los dejó miraba a la nada, al través de la ventana de un hostal mientras su ocasional pareja la jalaba para desnudarla.            
        
 
  

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